Pon en manos del Señor todas tus obras,

y tus proyectos se cumplirán. (Proverbios 16:3)

Aprendí que en la vida es muy importante tener una dirección a seguir, las personas que tienen un proyecto de vida son muy eficientes y también esforzadas y, como recompensa, ven sus deseos cumplidos.

Cuando inicié mi adolescencia; a la edad de 12 años conocí al Señor y empecé a experimentar muchos cambios positivos en mi vida, busqué intensamente la presencia del Señor y a los trece años fui bautizada en agua y en el poder del Espíritu Santo, ¡inolvidable experiencia! 

Serví en diferentes directivas de la iglesia: Escuela Dominical, Jóvenes, Damas, Ventas, Aseo, Evangelismo, Visitación… Recuerdo que a los dieciséis años sentí un mayor anhelo por servir a Dios en el campo misionero extranjero; yo soy colombiana, y quería en mi corazón llegar a otro lugar donde mi servicio fuera más necesario, donde fuera útil para hacer el trabajo espiritual pero, lo veía muy imposible para mí, en cuanto a salir del país y estar nacionalizada en otro, más me propuse donar mi corazón en cada ofrenda misionera de los cultos misioneros, también pasaba al altar y dije a Dios que mi vida estaba dispuesta si en algo la quisiera usar, y fue así que enviaron al hermano Aldeber y su esposa la hermana Marleny (mi hermana de sangre), a ser pastores en República Dominicana y sentí de parte de Dios que también era la respuesta a mis oraciones, y muy veraz fue la aprobación de parte de Dios que al poco tiempo de ellos estar aquí Dios me trajo de Colombia, ¡aleluya! 

Desempeñé mi servicio con los niños, buscándolos en sus casas y dándoles la clase bíblica, también como líder de jóvenes, en el evangelismo ganando almas para la gloria de Dios, y no me quedé con esa sola bendición sino que después pude conocer al que hoy es mi esposo, del cual me enamoré y tengo una bella familia con mis tres princesas hijas; también Dios me dio el privilegio de servirle en el cuerpo ministerial al lado de mi esposo, me dio la oportunidad de servirle a nivel nacional como líder de Escuela Dominical por muchos años consecutivos y actualmente con las damas, ¡gloria a Dios por tan valiosa oportunidad!

Hoy siento inmensa gratitud porque siendo una humilde joven con escasos recursos pero con mucha fe y con metas definidas, Dios cumplió mi sentir y hoy sigo amparada al abrigo de sus alas para cumplir mi meta final; la cual tiene como base vivir en este mundo para honra y gloria de su nombre en una forma santa y piadosa, dejando huellas para bien, y luego cuando llegue el momento, aquel momento majestuoso, estar cara a cara con el autor de mi auténtica felicidad y mi gran amor: ¡Jesús, mi salvador!

En la actualidad, podemos encontrar personas que tienen grandes sueños, que quieren llegar muy alto, pero al sentarnos a escuchar sus planes lamentablemente no encontramos a Dios en ninguna de sus metas, son personas de bien, muy trabajadoras, muy esforzadas, con un fin sano y materialista, no está mal su esmero diario, hasta la palabra del Señor nos dice que la mano diligente tiene su recompensa. 

Las manos negligentes llevan a la pobreza; las manos diligentes conducen a la riqueza (Pr 10:4).

Aunque también es importante luchar por la superación académica, el bienestar físico y muchas otras cosas necesarias en el diario vivir, pero la Santa Biblia nos aconseja de no hacernos tesoros en la tierra porque hay un mejor lugar para atesorar.

“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” (Mateo 6:19-21). Aquí las Santas Escrituras nos enfatizan otro aspecto de valía que debemos resaltar: nuestro corazón; en este pasaje nos habla de aquellas cosas que tienen máxima importancia en nosotros, lo cual llenará nuestro corazón y ya será difícil dejarlo.

Analicemos qué es lo que me llena, o qué es lo que lleva más tiempo en mi agenda diaria, y cuánto espacio dejamos a los asuntos espirituales, así podremos hacer un balance y conocer nuestro carácter espiritual.

Escuché una gran historia con la que pude reflexionar, la cual dice que un hombre rico tenía una finca muy fértil, que le daba cosechas tan abundantes que llegó un día en el que ya no tuvo lugar donde almacenar más frutos. El dueño de la finca se puso entonces a reflexionar en busca de una solución. Por fin dio con ella, y se dijo: "Ya sé lo que he de hacer: derribaré mis viejos graneros y construiré otros más grandes donde pueda guardar todos mis frutos y mis bienes. Después podré decirme a mí mismo: "Alma mía, ahora que tienes bienes suficientes para muchos años, dedícate a descansar, a comer, a beber y a pasártelo bien". Pero Dios le dijo: "¡Eres un necio!, porque esta misma noche van a pedir tu alma, ¿y quién disfrutará después de todo el dinero que has acumulado?" Y finalizó diciendo: "Pues ciertamente es un necio el hombre que atesora riquezas aquí en la tierra, pero no las atesora en el cielo". (Lucas. 12:17 -21)

Ruego al Señor en esta hora que nos ayude a comprender que las cosas terrenales son efímeras y que es mucho mejor buscar las recompensas eternas, porque Dios tiene mejores cosas para darnos.

“Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”. (Jeremías 29:11)

“Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”. (Isaías. 55:9)